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El comienzo de la tristeza

Julieta no podía creer lo que le estaba sucediendo. Ella siempre había sido una chica ejemplar que seguía todas las reglas, pero ahora la llevaban esposada al juzgado, su pequeño departamento fue allanado y sus mayores secretos profanados, aunque aquello no era nada comparado con lo que la acusaban, decía que era culpable de homicidio, que había secuestrado y matado a cinco parejas en el transcurso de cinco años, que era un peligro para la sociedad, para su familia y amigos. Julieta solo quería despertar de esa pesadilla, no dejaba de llorar aunuqe se lo ordenaran, era ella inocente, y esperaba poder demostrarlo durante el juicio, la chica pensaba que ni siquiera era capaz de matar una cucaracha cómo se supone que había logrado mutilar a diez personas.


Cuando la bajaron del camión de policia, supo que su carrera estaba perdida. Toda su vida se había esforzado por ser una profesora intachable, estricta pero querida por sus estudiantes y ahora, en un abrir y cerrar de ojos, eso acababa; todos los medios nacionales se encontraban en el lugar, todos querían captar la cara de la Mutiladora Amorosa como le habían llamado días antes en los medios, cuando ella no sabia de quien hablaba le habia parecido vulgar y del mal gusto, ahora sentía vergüenza, no quería ser conocida así, no era justo.


Necesitaba ayuda, un abogado. Seguramente sus padres estaban ya preparados para lo que viniera, contratando a un profesional o buscando ayuda, los necesitaba como nunca antes, se había independizado hace poco, no les hablaba muy a menudo y ahora, requería de su ayuda con suma urgencia...


Basta decir que nada salió como Julieta esperaba, la ayuda de su madre jamás llegó y su papá se gastó todo el dinero de su jubilación para ayudarla, pero nada funcionó. Luego de extensas jornadas de juicio, fue declarada culpable y a pasar toda su vida detrás de las rejas, cuando escuchó la sentencia se deshizo en lágrimas, cayó al suelo desconsolada, a los 24 años su vida se había acabado; lo peor fue ver la mirada aconjogada de su padre, su pequeña princesa se iba a la cárcel, un lugar donde no podía portegerla más, porque a él no le importaba lo que las pruebas mostraban, si su hija decía que era inocente él le iba a creer, aunque se quemara en el infierno a fuego vivo las manos.


Las carceleras tuvieron que llevarla a rastras hacia el penintenciario de alta seguridad, la chica no podía caminar ni hablar, lo unico que hacia era llorar a tan nivel que una de las mujeres se le acercó al oido y trató de tranquilizarla, la otra solo la miraba con asco. Después de un corto viaje la entraron a una celda vieja y sucia, donde otras reas la miraban con singularidad, Julieta supo al instante que la primera impresión que había dado era la equivocada, ella con sus calzas negras de vestir, su blusa larga de color fucsia y su blazer también negro indicaban que era una niña de casa, acostumbrada a tenerlo todo. Las reclusas la miraron con envidia mal disimulada y comenzaron a quitarle su ropa, cuando le sacaron la blusa, vieron como la joven escondía con sus brazos profundas cicatrices que anunciaban una gordura que ya no existía en su cuerpo, todos ellas acostumbradas a no sentir vergüenza una de otras se rieron y le dijeron que saque las garras con las que había matado porque sino ella sería la presa en ese infame lugar, luego de esto se fueron y Julieta lloró en el suelo con el torso desnudo y en posición fetal hasta dormirse, en esos momentos solo pensó en su gran amor, que había perdido por cobarde, necesitaba su calidez, pero no sabía como hacer que acudiera, de seguro la debe estar odiando al igual que todos....


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